Si tuvieras la oportunidad de hablar con un ser querido que ha fallecido ¿lo harías? Así comienza el trailer del documental Eternal You (2024), que explora cómo startups de Inteligencia Artificial (IA) están creando avatares de personas fallecidas para que sus seres queridos puedan interactuar con ellos.
Mañana es 1 de noviembre, festivo de Todos los Santos, día en el que desde hace siglos en España y otros países de tradición cristiana, se conmemora a los difuntos. Es un momento del año cuando el foco está en los muertos y en la muerte, algo a lo que todos nos enfrentaremos pero de lo que, sorprendentemente, poco hablamos abiertamente. De hecho, solemos mirar para otro lado cuando vemos de reojo asomarse el tema.
En los últimos años, los que sí han empezado a hablar de la muerte, y mucho, son las startups de IA que nos prometen una vida eterna a través de avatares, chatbots y hologramas. Parece que ese afán insaciable por desafiar la vida y esquivar la muerte no tiene fin, y ahora con la IA, llega la promesa de una inmortalidad digital. Podría ser un episodio más de la serie Black Mirror, como el de Be Right Back, pero no lo es. Multitud de empresas han entrado al ruedo, y ahora hay cada vez más interés en la comercialización del duelo.
La tecnología del duelo
En 2020 se hizo viral el reencuentro virtual de Jang Ji-sung, una madre surcoreana, con su hija Na-yeon, fallecida cuatro años antes. En el documental Meeting You, aparece Jang Ji-Sung en una especie de metaverso abrazando a su hija virtual, que se mueve y responde las preguntas que hace entre sollozos la madre. El evento fue polémico. ¿Realmente estas tecnologías pueden ayudar en el proceso del duelo? O ¿se trata de un cínico ejemplo más del capitalismo que se aprovecha de nosotros – y de nuestro dolor – incluso hasta después de morirnos?
Project December: Simulate the Dead está desarrollando tecnologías para literalmente simular conversaciones con seres queridos fallecidos. Sus chatbots o “deathbots” te envían mensajes para que puedas seguir “chateando”. Hay casos de personas que, tras la muerte de un ser querido, han alimentado a las herramientas de IA generativa como ChatGPT, Gemini o Bing AI, con mensajes de texto y de Facebook de la persona fallecida, para que la tecnología responda “como ella”.
La empresa HereAfter AI ha creado una App que te permite registrar tus recuerdos con la ayuda de una aplicación de entrevista automática que te hace preguntas sobre diferentes temas de tu vida, para que cuando mueras, personas de tu entorno y las generaciones posteriores puedan hacer preguntas sobre tu vida y escuchar las respuestas, que según la empresa pueden ser historias, recuerdos y hasta consejos, en tu propia voz.
Nuestro gemelo digital inmortal
Existen además varios intentos de crear gemelos digitales (digital twins) para que, cuando ya no estemos, nuestros gemelos digitales puedan seguir interactuando con nuestros seres queridos para siempre. Una de las empresas pioneras es You, Only Virtual (YOV). Su fundador Justin Harrison dice que la industria de los avatares post mortem “será tan grande como la de las redes sociales.”
Cuando en 2020 su madre fue diagnosticada con cáncer terminal, Justin buscó opciones para “mantenerla viva digitalmente”. En ese momento, como explica en este vídeo, no encontró mucho más que algunas opciones para hacer un scrapbook con fotos y alguna aplicación en las redes sociales. Por eso fundó You, Only Virtual (YOV). Su tecnología, ahora en versión beta, ofrecerá a los usuarios la posibilidad de pagar una suscripción mensual para “escribir, llamar y chatear en tiempo real con personas virtuales (versonas)” y así “mantener la comunicación póstuma”.
YOV recoge datos de la comunicación que tiene la persona que “se quiere preservar” con la gente de su entorno. En base a esos textos, vídeos y audios, las tecnologías de IA y aprendizaje automático mapean y analizan la personalidad de la persona y las dinámicas de la relación con los familiares, para luego poder recrearlas y crear las versonas o personas virtuales. La tecnología, dice la empresa, está “creando un futuro en el que tu abuelo puede guiarte en la preparación para una entrevista de trabajo, donde tu padre/madre puede consolarte durante tiempos difíciles y donde aún puedes compartir tu café de la mañana con tu amado cónyuge».
Cuando a la persona que se quiere “preservar” no le queda mucho tiempo de vida, los tests de personalidad y otras herramientas ayudan a completar el análisis. La empresa ya ha patentado varias tecnologías de realidad aumentada para que en el futuro se pueda interactuar con avatares de los muertos mediante el uso de gafas de realidad virtual. Podrías estar en un evento familiar, dice el fundador, y volver a hablar con ellos.
Este año, para conmemorar a los veteranos de las Fuerzas Armadas de Estados Unidos fallecidos, la empresa ofreció a los familiares crear de manera gratuita “versonas” de los difuntos, en un proyecto llamado “Versonas Héroes”.
Cuestiones legales y riesgos éticos
La tecnología del duelo (grief tech) es un tema que despierta importantes cuestiones legales y éticas. Algunas están relacionadas con la privacidad y protección de datos. ¿A quién pertenece el avatar? ¿Puede un muerto tener derechos de privacidad? ¿Cómo se protegen los datos de una persona que ha fallecido? ¿Con qué datos se ha generado esa versión digital e inmortal?
Surgen también serias dudas sobre las consecuencias que podría tener para la salud mental de aquellos que las usan. Para algunos, podría ser reconfortante. A otras personas, podría prolongarles el duelo. Como relata José González, psicólogo especialista en procesos de duelo, en una entrevista para El País: “Si la IA reproduce literalmente cómo era uno, hay un peligro grande de cronificación, sobre todo en los vínculos muy intensos. Es fácil entrar en esa fantasía de que no ha muerto. Puede provocar esa congelación…
Hay un creciente corpus sobre la ética de la IA, pero relativamente poca literatura sobre el impacto ético, económico y legal de lo que los investigadores Carl Ohman y Luciano Floridi, llamaron la “industria del afterlife digital” (DAI por sus siglas en inglés) en su artículo An ethical framework for the digital afterlife industry, publicado en la revista Nature (2018).
Según los autores, el ecosistema del DAI engloba una variedad de actores, desde pequeñas startups hasta las grandes tecnológicas, e incluye una variedad de servicios, desde un repositorio de contraseñas hasta los más sofisticados avatares basados en IA. Necesitamos un marco ético, argumentan, primero para decidir en qué medida, y bajo qué circunstancias, la memoria de los difuntos debe ser impulsada y moldeada por los intereses comerciales de la industria. El segundo paso, e igualmente importante, será desarrollar un marco regulatorio, comúnmente adoptado, para garantizar la dignidad de quienes son recordados virtualmente.
Este año, los expertos en Ética de la IA, Thomas Hollanek y Katarzyna Nowaczyk-Basińska, del Leverhulme Centre for the Future of Intelligence de la Universidad de Cambridge, han publicado otro artículo en el que analizan las posibles consecuencias negativas del uso de avatares, deathbots y hacen un llamado para que haya protocolos de seguridad. “Los rápidos avances en la IA generativa significan que casi cualquier persona con acceso a Internet y algunos conocimientos básicos puede revivir a un ser querido fallecido” dice Nowackyk-Basińska.
Muerte física y muerte digital
En la era digital, la línea entre la vida y la muerte se difumina. Hasta hace pocos años, la transición al otro lado implicaba dejar atrás a todos nuestros seres queridos y bienes materiales. Nuestro recuerdo permanecía vivo a través de las personas que nos conocían y en los álbumes de fotos y vídeos familiares.
Ahora nuestro recuerdo perdura, también, a través de la infinidad de fotos, audios, textos, y vídeos que hemos generado y que quedan guardados, en los teléfonos de nuestros familiares, en los chats de WhatsApp, en las redes sociales, en la nube, en internet. Suficiente material – muchísimos datos – para alimentar herramientas tecnológicas en el futuro, muchas de las cuales, cuando fueron diseñadas, probablemente no fueron pensadas para revivir a los muertos.
Tendríamos que empezar a hablar de la muerte física y de una muerte digital. La primera seguirá estando clara y, marcada en el tiempo. La segunda será más difusa, quizás imposible de concretar en una fecha y hora. Porque siempre quedará algún rastro digital. O porque se cumplirá lo que dice el fundador Justin Harrison, la industria de los avatares post mortem será tan grande como la de las redes sociales y nuestros hijos y nietos podrán seguir “chateando” con nosotros para siempre.
Como sociedad necesitamos hablar más de la muerte y de cómo vivir los duelos antes de que empiecen a surgir más problemas de salud mental por caer, en un momento de gran vulnerabilidad, en manos de empresas privadas que nos animan a seguir aferrados a una voz, a una imagen, a una representación virtual de alguien que ya no está. Aprendamos de los últimos 15 años y de la adicción a las redes sociales antes de volver a caer en la misma trampa del scrolling infinito.
Sigamos apostando por hablar más abiertamente de la muerte y fomentemos la capacitación en acompañamiento al duelo. Porque la tecnología, una vez más, no será la solución, para paliar en este caso, aquello que es tan humano como lo es viejo e inevitable, ese dolor inmenso que uno puede llegar a sentir ante la pérdida de un ser querido.